jueves, abril 29, 2010

Los dos televisores de Azurregui

En la estación de micros de Azurregui había un bar que tenia dos televisores. Uno adquirido hace muchos años y el otro bastante más moderno.
El aparato antiguo es grande y de pantalla algo convexa, la caja que contiene los elementos eléctricos es de madera y aunque se caracteriza por reproducir imágenes a color éste no las manifiesta con la fidelidad y el brillo con que sí las muestra su bisnieto moderno que en contrapartida esta hecho mayormente de metal y plástico, de pantalla plana y notablemente mas delgado.
La locacion en que se encuentran ambas maravillas de la tecnología no era mas que otro bar de estación con mesas y sillas de madera lastimadas con el tiempo, algunas de ellas vestidas con manteles que parecerían haber sido alguna vez de color blanco y que en su mayoría exhibían el tatuaje semi circular característico y difícil de quitar que imprimen los vasos cargados de vino hasta el borde. El salón era rectangular y daba la espalda a la estación, los televisores se encontraban enfrentados cada uno alejado en el rincón contrario respecto del otro. De punta a punta contaba con ventanales adornados con cortinas semitransparentes de color beige y la puerta de hierro despintada y oxidada esta en el centro. El piso era de cemento, la cocina un lugar poco recomendable de visitar y la barra no era mas que una heladera que exhibe detrás de un vidrio empañado tortas de dudosa longevidad, un matambre arrollado empezado y unos vasitos de aluminio que contienen algo parecido a lo que podría ser un flan; sobre su hombro izquierdo descansaban algunas botellas de vino de marca irreconocible por el polvo arraigado sobre las etiquetas excepto por una que a juzgar por su color rojo sangre podríamos deducir que es un viejo Valmont. También tenia dos botellas de criadores por la mitad, una bandeja negra con medialunas, un periódico local destripado intimando con sus paginas una vieja revista Gente que en su portada muestra mustio el rostro de Susana Gimenez y reza en su titular: “Susana se separo de Darín”. Sobre su hombro derecho y esparcidas en un caos casi poético, se encontraban unas cuantas boletas con deudas a pagar por los propietarios del comercio, una calculadora que funcionaba a veces si y a veces no y una caja registradora ausente de cualquier función fiscal; en el medio un desierto de vacío que los cocineros y demás empleados utilizaban para dejar los pedidos que los mozos se encargaban en todos los casos de gritar para su pronta realización. Agazapado detrás de la caja habitaba un hombre- y digo habitaba porque no parecería haber salido nuca de allí- que sonreía automáticamente y sin gracia a todo transeúnte que desfilaba por el bar y que por cada sonrisa vomitada, sorbía de un vaso diminuto de vino que escondía estratégicamente sobre un cajón de cerveza que cumpliera a su vez de atril para descansar su pierna izquierda.
Cierto domingo una tormenta azoto con furia los alrededores de Azurregui dejando sin corriente eléctrica a todas las casas del pueblo y valla a saber uno por qué designio del destino, el único lugar que contaba con los beneficios de la electricidad era nuestro citado bar. Casualmente, debería decir, ese día se jugaba en la Bombonera el clásico Boca-River por la final del torneo apertura y nuevamente, por casualidad, el pueblo contaba con la mitad de sus hombres hinchas unos de River y los otros de Boca, así que no seria demasiado inteligente deducir que todos se acercaron a ver el partido aquella tarde al bar de la estación apenas se supo que allí había luz y a sabiendas que también habían dos televisores.
A pesar del gentío los minutos previos al juego las cosas se dieron con cierta tranquilidad y normalidad. Claro que no todos entraron al recinto así que la mayoría se acomodo como pudo contra las ventanas y los que no tenían visión directa solo podían esperar ver la reacción de los otros en pos de deducir los vaivenes del encuentro deportivo. La organización tanto afuera como adentro fue clara desde que llegaron las primeras personas, de un lado del local se pondrían los de Boca y del otro los de River, tanto adentro como afuera y separados los limites geográficos por una línea imaginaria que dibujaba la puerta de entrada. Frente al conflicto de decidir cual vería el partido en la televisión moderna y cual en la antigua se designo un representante de cada equipo para jugar una pulseada cuyo ganador, claro esta, beneficiaría a su equipo con la posibilidad de ver partido en la mejor tele. El porte muscular del hombre de River era claramente mas compacto que aquel que tenia el hombre de Boca, por tanto los hinchas de River victoriosos se acomodaron frente al mejor aparato emisor de imágenes dándole la espalda a sus antagonistas que no dejaban de reprocharse entre sí la designación de su ahora debilucho representante quien abrumado por la vergüenza cedió amablemente su espacio dentro del bar a uno de sus compañeros que estaba fuera.
Ya todos sentados y acomodados fueron pidiendo al único mozo que atendía (al cual el futbol no le interesaba) sus respectivas consumiciones entre las cuales se destacaban los vinos y el café, algún que otro valiente se animo al flan y los restantes se disputaban unas cuantas de jarras de agua y hielo que el hombre de detrás de la caja había repartido entre las mesas abandonando-creo que por primera vez en su historia- su bunker económico.
Apenas el árbitro dio el pitido del comienzo del juego un silencio de cementerio se adueño del aire dejando en el olvido el bullicio que dominaba unos pocos segundos antes. El partido los primeros veinte minutos no ofreció demasiados sobre saltos, algún que otro faul, un disparo al arco, dos corners y no mucho mas que eso. Faltaban cinco minutos para que termine el primer tiempo y un penal que favorecía a Boca restableció la emoción original. El balón voló lejos del travesaño y fue a parar a la tribuna.
No fue hasta el segundo tiempo en que las cosas se pusieron raras. Luego de transcurridos diez minutos todos en el bar dieron una bocanada de aire al unísono y mientras la pelota se escurría por las manos del arquero e iba a parar a las fauces del arco, todos y cada una de las personas tanto dentro como fuera del bar levantaron los brazos y gritaron con alegría el gol. Todos se abrazaban, cantaban, brindaban, saltaban y lloraban, excepto el mozo que no salía de su asombro de ver el festejo generalizado. Fue ahí que los de Boca se dieron vuelta para cargar a los de River y éstos hicieron idéntica maniobra. Así se cantaban unos a otros y coreaban canciones de cancha. No paso mucho tiempo hasta que unos y otros vieron reflejadas en las caras de contrario la misma alegría que cada cual portaba, así que pronto los cantos y los gritos fueron cesando hasta que el silencio se presento otra vez mientras que los de Boca observaban atónitos la televisión de los de River y viceversa. Nadie podía salir del asombro. Solo una mosca se paseaba entre las bocas abiertas de los hombres. Ahí estaba clarito, indiscutible, inexplicable. Mientras que la tele de los de Boca rezaba “Boca 1- River 0” la otra contradecía inefable “River1-Boca 0”. La voz del relator ahora dueña del sonido volvió a desgarrase anunciando otro gol que solo por instinto futbolero volvieron a gritar solo que ahora no sabían que festejar ya que podían ver claramente el resultado en las pantallas ajenas que beneficiaba indiscrmindamente a cada cual y a cada equipo. Fue entonces que las miradas se alejaron de los televisores y se dirigieron al hombre de detrás de la caja. Lentamente fueron reprochándole las inconexas de la situación esperando una respuesta que claramente no poseía. Ante la ausencia de explicaciones técnicas y mientras en el partido se suscitaba otro gol el ambiente se fue caldeando. Primero porque seguían sucediendo goles y después por la frustración de volver a confirmar que éstos eran de los dos equipos. Ya nada pudo detener el primer sillazo volador que impacto sobre la heladera expositora rompiendo el vidrio y desparramando su contenido. Luego fueron botellas, las mesas, las jarras de agua ahora vacías o vaciándose en el aire, pronto llegaron los puñetazos y la sangre y las corridas y los desmayos. No tardo en encenderse el primer foco de incendio improvisado con uno de los manteles, las cortinas beige, unos fósforos y las dos mitades de wisky , después un segundo fogón comenzó curiosamente en la cocina y para cuando se encendió el tercero ya era tarde para detenerse. Todo estaba en llamas. Algunos distraídos que todavía no preveían el peligro destruían con ira los televisores de los cuales brotaban chispazos, el mozo observaba en silencio desde la estación como el bar se incendiaba, el hombre detrás de la caja inmutable bebía sediento el último vaso de vino que le quedaba y la gente corría a sus hogares confundida, asustada y desorientada. Algunos golpeados se tomaban el brazo o se cubrían la cara mientras tosían y rengueaban. El humo se podía ver a kilómetros y sin embargo nunca llegaron los bomberos, ya que éstos en realidad se estaban yendo del lugar mezclados entre la gentío y olvidados de su oficio.
Las llamas consumieron todo rastro del lugar dejando solo unos cuantos escombros negros, algunos objetos chamuscados y difíciles de identificar que el viento y el tiempo se encargarían de barrer.
En Azurregui los años pasaron y nunca nadie hablo de lo sucedido. Si alguien de afuera llegaba y preguntaba por el bar de la estación la respuesta siempre era la misma: “Ahí nunca hubo un bar señor, usted estará confundido”. Ya nadie en el pueblo tiene televisor y ninguno manifiesta ser de River o de Boca sino de cualquier otro equipo. Del hombre detrás de la caja tampoco se supo nada mas, solo se dice que por la estación anda un fantasma que se aparece los domingos y aquel que alguna vez pudo verlo cuenta que lejos de asustar éste espíritu se empeña sin mediar palabra en mostrar un suplemento deportivo viejo que en su tapa cita un titular muy curioso: “FUERTE TORMENTA AZOTA AL PAIS, SUSPENDIDA LA FINAL DEL TORNEO APERTURA”

Lechu Nicanor
29 Abril 2010

sábado, abril 17, 2010

Adios alma mía

Llora una lágrima de cera la vela entre el fuego y la luz,se desvanece lentamente, se entrega a la oscuridad.
Se que no hay nada que decir, especialmente cuando sobran las palabras.
Me extrañaras ahora lejos, ahora cerca, mas cerca que nunca.
Se te ve el frío en los ojos, a mi también las arrugas me persiguen.
Y si en cambio me despierto mejor dejar de soñar, mejor dejar atrás el sueño.
Vomito estas palabras abrazadas ellas al temor de perderte, a la seguridad de perderte.
Así que dejo a mi paso las rutas que nos encontraron tan felices, esas rutas desiertas a simple vista pero que aguardaban tesoros en cada curva, en cada puente.
Nos llovió todo el tiempo, ya se, y hacia frío también. Premonición de los tiempos que vinieron después.
En cada habitación de hotel dejamos rastros, quedo algo nuestro, demasiado nuestro, tan celoso del momento que no nos va a dejar recuperarlo.
Fueron testigos los cuatro puntos cardinales y ahora no nos reconocen.
Adiós alma mía, te encontrare en otro camino.

sábado, abril 03, 2010

Frío

Hace un frío del que no puden prever los del servicio meteorológico. Ese frío que no acepta cobijas ni canciones calidas. Un día extraño, familiar al mismo tiempo, tan contradictorio como el amor.
Será el invierno que se acerca imponente. Un invierno que se lleva adentro, mientras que las nubes no se ponen de a cuerdo para ser tormenta y aun que amenazantes éllas mantienen la distancia soberbias y testigos de un amor moribundo que a pesar de todo aun dice que me quiere. ¿A pesar de que?

lunes, marzo 22, 2010

Aquíles, por su talón es Aquíles

Se es lo que se es lo que siempre se ha sido.
Se siente lo que se siente en el centro del centro silente tenga o no tenga evidente sentido.
Y rara vez se es tal y como se quiere.
Se llora lo que se llora uno no elige de quien se enamora ni elige qué cosas a uno lo hieren.
Y en lo más sutil de los cuerpos sutiles, lejos de la noria de causas y efectos, se tiene el corazón que se trae por defecto, así como Aquiles, por su talón, es Aquiles.
La sed, aquella sed la que el agua no cura.
La cruz de un presentimiento que nos suelta hacia los cuatro vientos con el mandamiento de buscar a oscuras.
Y en lo más sutil de los cuerpos sutiles lejos de la noria de causas y efectos se tiene el corazón que se trae por defecto así como Aquiles, por su talón, es Aquiles.
Se es lo que se es.

Jorge Drexler

domingo, enero 18, 2009

AMIGOS

Extrañar. Acaso venga de lo extraño. Será entonces que frente a lo desconocido, lo desolado, lo que no es usual, uno es un extraño por tanto extraña.
Sin embargo puede uno estar en un lugar familiar, conocido y aun así extrañar. Incluso puede uno estar dentro de uno mismo y sentirse extraño, extrañar.
Entonces ¿qué es lo que uno extraña? ¿qué es ser un extraño? ¿acaso despojarse de todo? Y entonces qué será todo. Para mi todo es todo aquello que en su ausencia me convierte en un extraño, porque nadie es nada sin aquello que lo reconozca como alguien por mínimo que sea ese reconocimiento. Por eso será que uno extraña, porque sin mi gente, esa que me reconoce, aquella que sabe quien soy y me convierte en lo que soy…sin ellos empiezo a ser nada y me empiezo a extrañar. Finalmente extraño a los que quiero porque cuando ellos no están de alguna forma mística yo tampoco estoy.
Por eso queridos guardianes de mi sombra, veladores de mis sueños, que extraño me siento en su ausencia. Cuanto los extraño.

viernes, diciembre 26, 2008

una tarde

Ahora que tus ojos esquivan mi mirada,
escondo las heridas de las sombras en la razon.
Ahora que las tardes de verano injustas e invisibles
me nublan las costas del amor.
Ahora que camino despacito y sin rencor
anelo tus caricias y tus huesos,
escribo medio borracho medio sobrio,
te escribo en la distancia te recuerdo aun mas lejos.
No son puras las mentiras y no por eso las veradaes dicen la veradad.

viernes, junio 06, 2008

INSOMNIO

Pájaro mudo, alas de soledad, déjame dormir.
Cuervo de los sueños, carroña de pesadillas, déjame dormir.
Fantasma frío de la oscuridad, déjame dormir.
Reloj detenido en segundos, déjame dormir.
Voz inconciente reveladora, déjame dormir.
Música de campanario invernal, déjame dormir.
Cama vacía, sabanas arrugadas, incomoda nostalgia, déjame dormir.
Corazón palpitante, amezante, déjame dormir.
Recuerdo de neblina, vaso, déjame dormir.
Temblor y transpiración, déjame dormir.
Despertar improvisado, déjame dormir.
Amanecer inalcanzable, noche eterna.